El reto
más grande para conocer el amor es perdonar.
Aprender a perdonar no es una cuestión sencilla
porque para perdonar necesitamos tener valor, disposición, amor y
entendimiento, nos negamos a perdonar por la influencia del resentimiento y del
odio.
Resentimiento:
significa recordar y sentir dolor.
Odio:
significa sentir amargura y deseos de venganza.
Perdonar:
significa soltar, liberarse.
Cuando conocemos a Dios, su justicia y su amor,
comprendemos que no debemos tomar venganza de ninguna manera, pero que pasa con
ese dolor que se siente al recordar momentos desagradables, ¿Cómo sacarse del pecho
esa opresión involuntaria? estudiar esta respuesta debe ser una tarea de todos
porque Mateo 6:15, nos recuerda que si no perdonamos las ofensas de otros,
tampoco Dios perdonará las nuestras, sin perdón nuestras oraciones no pueden
avanzar y por consiguiente nuestras metas se estancan.
Es muy importante comprender que perdonar es necesario
porque la persona a la cual te niegas a perdonar no es más infeliz, ni sufre
las consecuencias de tu falta de perdón, por el contrario, el que más sufre por
ello eres tú, ya que vives con una enorme carga emocional que pesa y no te deja
disfrutar de las cosas bellas que tiene tu vida.
“Ante
todo, tengan amor intenso unos para con otros, porque el amor cubre una
multitud de pecados”, (1 Pedro 4:8). Es fácil amar a quienes
nos aman pero qué difícil es amar a quienes nos destruyen, por esa razón, el
perdón es el reto más grande para conocer el verdadero amor.
Motivos
por los cuales nos cuesta perdonar a otros:
1. Nos cuesta perdonar porque aceptamos en
nuestra mente conclusiones equivocadas*.
-
Si perdono, esta vez saldré perdiendo.
-
Si perdono, le restarle importancia a su falta.
-
Si perdono, tendré que olvidar lo que hizo.
-
Si perdono, tendré que soportar que continúe
haciendo lo mismo.
El asunto de todas estas conclusiones es que
nadie necesita más del perdón que el que tiene falta de perdón porque perdonar
es liberarse del sufrimiento, perdonar es abrir puertas espirituales para que
nuestros sueños puedan ser materializados en la tierra, cuando perdonamos
existen un gran ganador y ese ganador somos nosotros.
2. Nos cuesta perdonar porque sentimos que
nuestro perdón depende de la persona que nos hirió.
- Si
reconoce sus fallas puedo perdonar.
-Si
muestra frutos de arrepentimiento puedo perdonar.
- Si se compromete en cambiar puedo perdonar.
Si dependemos de otras personas para perdonar
posiblemente, nunca nazca el perdón porque algunos jamás reconocerán el daño
físico o emocional que le causaron a tu vida, otras morirán sin tener el mínimo
remordimiento por lo que causaron, ¿Qué tal si no es una persona sino varias
las que te causan dolor? Acumularías cargas tan enormes en tu corazón que
podrían terminar con tu salud física y emocional.
¿Existen
herramientas para perdonar?
Sí, la principal es la oración, orar es
conversar con Dios, orar es ser sinceros con nosotros mismos y exponerle
nuestros sentimientos a nuestro Padre, es decirle: “Existe algo dentro de mí que salió de mi control pero tú con tu amor
puedes sanarme”. (Ver Salmos 6:9). También es importante aprender a aplicar
la empatía, tratemos de colocarnos por un momento en el lugar de aquella
persona que nos causó dolor buscando justificar sus fallas en su infancia, en
sus experiencias, en sus falta de conocimiento, en sus miedos, quizás haciendo
esto puedas ver en esa persona un ser indefenso con apariencia de maldad. (Ver
Lucas 6:31). Por otro lado, debemos buscar nuestra responsabilidad en el
asunto, debemos pedirle a Dios que nos haga recordar palabras o actitudes que
pudieron haber sido un motivo para que aquella persona justifique su mala
actitud hacia nosotros. (Ver Gálatas 6:7).
Otras
sugerencias:
Lo ideal es tratar de expresar tu dolor, pero si
sientes que ya no puedes conversar con esa persona, pues escríbele una carta
sin necesidad de entregársela y escribe lo que te dolió, lo bueno que recuerdas
de esa persona y con sinceridad lo que te hubiese gustado recuperar de esa
relación de amistad, familiar o de pareja, escribe: te libero y me libero, que
no queden deudas entre nosotros, para que ambos seamos merecedores de la vida
eterna. Si después de escribir esta
carta en otra oportunidad nuevamente recuerdas con dolor, expresa estas
palabras mentalmente: “Te libero y me libero, por amor a mi Dios”,
hazlo cuantas veces sea necesario porque si sueltas voluntariamente ese sentimiento,
Dios hará el milagro, de igual manera recuerda lo que dijo Jesucristo: “El Espíritu
del señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los
pobres, me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación
de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos”. (Lucas 4:18).
Tú no puedes solo o sola pero acompañada de
Jesucristo lo lograrás. “Padre ayúdanos amar con amor genuino”.
EL AMOR NO HACE DAÑO.
Escrito por: @YelitzaGuez